Si los grandes artistas se hubieran sentido felices todo el tiempo ¿habrían producido tanto trabajo fantástico?
Sentirse melancólico es también parte esencial del ser humano, querernos librar de ella es querer quitar gran parte del tiempo que convivimos con ella. En cambio aceptarla y reconocerla es como aceptar la misma felicidad.
La melancolía es un estado activo, no debe de ser confundida con depresión. Trae con ella la insatisfacción con el estado de las cosas, el status quo, los términos establecidos por la sociedad y la inmensa necesidad del cambio constante. Anhelamos una relación más profunda y rica con la sociedad, más consciente con todo lo que nos rodea y dentro de este anhelo nos vemos obligados a explorar el potencial dentro de nosotros mismos, algo que probablemente no haríamos desde la comodidad.
Con la melancolía aprendemos a ver nuevas formas de ver al mundo, de pertenecer y vivir en él y lo más importante, aprendemos a ver dentro de nosotros mismos.
La melancolía va con la creatividad en la vida como el ébano y el marfil en un piano. Y por igual tenemos que saber apreciar la música que nace de ella.
Sin todo esto probablemente no nos empujaríamos tanto a vivir la vida que aspiramos a vivir.
Si aceptáramos sentir melancolía podríamos ser más productivos y sanos. Una vida sana emocionalmente sabe mantener en equilibrio la relación entre la alegría y la tristeza.
Aprendamos a usar al dolor como motor para la reinvención. Los días no vuelven y nunca seremos más jóvenes que ahora. Creativos, eso sí.
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