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belenmoy

Mia




( M I A )

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Con ínfulas de alma vieja, Mia conservaba, además de muchas fotos, un antiguo radio en el que escuchaba las noticias a diario en su estudio. Ese día en el programa matutino habían advertido de una fuerte ventisca que se aproximaba desde el norte del país. Se recomendó no salir, no tender la ropa y por supuesto, cerrar todas las ventanas.


Distraída por naturaleza, se puso a trabajar sin cerrar la ventana de su estudio. Dos horas más tarde el viento se hizo camino hasta donde estaba Mía. Puesta casi en el pretil de la ventana se encontraba una foto de su padre, misma que había sido tomada unos pocos días después de que llegara a México a reencontrarse con su familia. El orgulloso viento no dudó en tomarla para llevarla de paseo.


Mia salió corriendo porque volar no podía y persiguió a su padre que había emprendido el vuelo más largo de su historia. Fuera del edificio Mia vio a su padre ya casi a dos cuadras de ahí. No te voy a perder, se dijo mientras intentaba atravesar las corrientes de aire que eran tan espesas que le hacían sentir como si atravesara un río.


Casi a punto de recuperarla, la fotografía hizo vuelo en un​a última corriente y subió hasta desaparecer de su vista, quien con lágrimas en los ojos inhaló profundamente un respiro que le formó un nudo en la garganta.


Días después de la ventisca, con abandono decidió recorrer el trayecto por el que el viento la había guiado. Su paso tranquilo se vio interrumpido por el olor a café que la obligó a detenerse. Se sentó en las mesas de una cafetería para descansar. Luego de un tiempo un hombre con bigote grueso y una boina se sentó cerca de ella y sacó su libro - una edición muy vieja del Azul de Rubén Darío. Mia no se fijó mucho, estaba distraída por recuerdos gratos de domingos por la mañana. Fue el viento bromista quien llamó su atención, ya que después de una corta pero fuerte ráfaga, el separador que estaba en el libro del hombre bigotón emprendió vuelo. Fue la foto de su padre la que fue a dar a los pies de Mia.


El viento solo le había jugado una mala pasada.


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