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belenmoy

Karla


“Dios te conceda reconocer sinceramente tus pecados y su misericordia...”, y Karla solo pensaba en que no se arrepentía de nada. Es más, lo haría las veces que fuera necesario.

Yo confieso que estaba enamorada. Él era de esos hombres que enamoran con la pura sonrisa pero que detrás de ella hay puro dolor. Caí, era muy joven. A partir de la luna de miel todo cambió. Me trató como un objeto, su violencia comenzó y su amor se tradujo en golpizas constantes. Del rosa al morado y del morado al verde vivía mi piel. Un día tomé a mi hijo y nos fuimos con las pocas cosas importantes y aunque no muy lejos, sentí el alivio.

Durante muchos años estudié todos sus movimientos. Su debilidad por las mujeres lo había llevado a frecuentar lugares a los que yo nunca iría y desarrolló una afición por sentirse dominado. Logré infiltrarme, sabía perfectamente lo que iba a hacer.

Primero le amarré las manos y los pies mientras estaba acostado en la cama. Me senté encima de él y coloqué plástico alrededor su cabeza. Poco a poco empecé a percibir su desesperación, era como si su falta de aire extrañamente me lo regresara a mí. Ahí, mientras se retorcía dentro de su poca existencia, me quité el antifaz y mientras me veía asombrado y aterrorizado, recordé la sonrisa que le vi en el espejo del baño después de romperme las costillas y sonreí, con esa misma y extraña satisfacción. Tomé las pocas cosas importantes y me fui de nuevo, aunque ahora, muy lejos.

¿Qué es la penitencia?

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