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belenmoy

Paola


Los días de oficina se pasaban lentos y desde hacía años que Paola quería cambiar las cosas. No sabía exactamente cómo, solo quería que las cosas avanzaran. Había intentado muchas cosas, salir con gente nueva, conseguirse un hobby y hasta aprender otros idiomas para viajar. Pero nada le generaba el movimiento que deseaba, se sentía como un barco de velas sin viento a la mitad del Pacífico, sedienta por experiencias y ya un poco desgastada por el sol.


Una tarde después de trabajar decidió que se iría, y se iría lejos. Decidida, tomó sus cosas y bajó a su camioneta lista para partir hacia algún lado. Cuando cerró la puerta de su auto e iba a arrancar se dio cuenta de que había olvidado su collar de lapislázuli y que de las pocas cosas que tenía, esa planeaba conservar si podía para siempre. Así que volvió a su cubículo. Cuando entró a la oficina escuchó varias voces, lo cual era extraño porque ella había sido la última en salir. A hurtadillas se acercó a las voces y vio a su jefe hablando con tres hombres, o más bien, tres hombres hablando con su jefe, vio un maletín repleto de efectivo y cómo su jefe lo recibía. Por un instante juró ver los ojos de su jefe fijarse en su propia mirada, así que se escondió. Con miedo de llamar la atención decidió quedarse en el baño hasta que pensara que todo estaba en orden.


Pero cuando salió un par de horas después su jefe la estaba esperando.

“No sé que viste y no me interesa, en teoría tendrías que desaparecer sin dar mucha explicación, pero pienso que lo mejor es que me ayudes, lo que vas a hacer es ayudarme a pasar un cargamento al otro lado. Una sola vez, te pago lo suficiente para que te puedas ir y no volver”


Mientras cruzaba la frontera con kilos de droga en las llantas de su camioneta, Paola se sintió viva por primera vez en años.

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